La infancia es un gato con hambre. Y también un disfraz subversivo. Uno se atolondra a veces. Pero también uno se atolondra cuando deja de ser niño, ante una mujer, un documento, una amenaza o una llamada impertinente.
"Asegura Fernando Sanmartín que la infancia es un gato con hambre, un fichero de datos que nunca se borran o un balcón adonde siempre regresamos. Todo está contenido aquí: los sueños, las fantasías, los constipados, las lecturas...